¿Cuál es el sonido favorito que escuchas gracias a tu implante auditivo?

¿Qué sonidos sorprenden a una persona con hipoacusia cuando accede a un implante auditivo? ¿Cuáles son sus sonidos favoritos? Les preguntamos a algunos usuarios de los dispositivos auditivos de CochlearTM para responder estas preguntas. 

Hace un par de semanas, una serie de tweets en la red social Twitter y algunas publicaciones en otra red llamada Reddit, recogían la experiencia de personas con pérdida auditiva que, tras pasar algún tiempo sin escuchar, recibían un implante auditivo (coclear o acústico) y empezaban a oír. El mundo de los sonidos se les convertía entonces en un descubrimiento tras otro.

“Pensaba que las nubes sonaban al chocar”, decía alguno de los usuarios. Descubrir que las voces de las personas son diferentes, que el golpe de la lluvia contra el techo tiene un sonido particular o que el teclado del computador es ruidoso… Para todos la experiencia ha sido diferente.

Por eso quisimos saber qué sorprendió a los usuarios de los dispositivos auditivos de Cochlear™ y les preguntamos a algunos de ellos sobre esos sonidos que les molestan, que los asombran, que los divierten, quisimos saber qué había pasado con ellos cuando activaron sus procesadores de sonido. Con esto nos encontramos.

Carolina, entre frenazos y el canto de los pájaros

Carolina nació con hipoacusia bilateral profunda. Lo supieron sus padres a los nueve meses de edad, pero en aquellos años aún no era una obligación el tamizaje auditivo para todos los recién nacidos. Total, que tardaron en confirmar un tiempo que era hipoacúsica. 

Aún así recibió audífonos y estimulación auditiva para lograr adquirir el lenguaje. Y, sin embargo, ella misma, siendo niña, notó que del lado izquierdo no escuchaba bien, ni  con el audífono, así que se deshizo de él. “Sentía que no funcionaba bien y me lo quité”. Creció oyendo por un solo oído hasta los 21 años, cuando los restos de audición del oído derecho le jugaron en contra y dejó de escuchar. Hoy tiene 39 años. Vive en Quilmes, en la provincia de Buenos Aires, en Argentina.

Fue entonces cuando descubrió la opción de los implantes cocleares. Hubo que hacer algunas pruebas de audición, trámites y papeleo, y con algo de buena fortuna recibió el implante coclear en cosa de un mes. Recuerda ahora que lo encendieron un 24 de diciembre. 

¡Vaya regalo de Navidad, el sonido!

Lo loco de todo era escuchar cosas nuevas que nunca había escuchado, cuenta. Aunque al principio fueron las voces de su mamá y su papá, o de la fonoaudióloga, nada extraño. Pero cuando salió a la calle algo la sobresaltó: el ruido agudo de los frenos de los carros. “No sabía nada de las pastillas de los frenos y era un nuevo sonido”, recuerda ahora. También era nuevo el ruido de la puerta del bus. El de las motos. El del spray del desodorante. El de la lima de las uñas. El del papel al arrugarse…

“Fui aprendiendo a escuchar un montón de nuevos sonidos”, o rastreándolos, mejor, siguiéndolos hasta identificarlos. Pero a la hora de definir un sonido favorito se decide por el canto de los pájaros. “Nunca los había escuchado nunca y salir al campo y aprender a identificarlos es maravilloso y me relaja muchísimo”.  Y quién lo diría, le molesta el sonido del viento. 

Susana volvió a llenar sus mañanas de música

En casa de Susana la pérdida auditiva parece ir de generación en generación. Fueron sordas su abuela y su madre. Desde los 30 años empezó a presentar una pérdida paulatina de la audición y solo hasta los 50 recibió su primer implante. Hoy tiene 63 años. 

“Apenas desde el año pasado estoy implantada en ambos oídos y estoy feliz”, reconoce. “Mirá que yo duré 30 años creyendo que escuchaba bien, pero puede que no haya sido así”, agrega. Así que cuando se le pregunta por su sonido favorito dice: “Amo el repiqueteo de las patitas de mi perra Malena o, en la calle, sentir su collar de identificación sonando pese al sonido de los coches… Podrá parecer una tontería, pero es muy importante para mí”. 

Todo es una cuestión de afecto. Gracias a los Nucleus® 6 ahora puede identificar con claridad cuál de los integrantes de su casa está subiendo las escaleras. “Por el sonido de los pasos sé si es  mi marido o mi hijo o mi hija. Cómo suben o cómo cierran la puerta. Son sonidos simples, diarios, pero que me maravillan.

También ahora escucha el aleteo de los colibríes en el jardín en su barrio de tango, San Juan y Boedo en Buenos Aires. Hace poco puso Los nocheros… “Voy a comerte el corazón a besos”, canta y se emociona al recordar que pudo discriminar de nuevo los sonidos de la canción que le dedicó su esposo. “Ahora todas mis mañanas son con música”.

Catalina descubrió cómo suena un estadio

Cata es una niña. Tiene “11 años, casi 12”, dice. Nació con hipoacusia neurosensorial bilateral severa, producto de una patología genética. A las 48 horas de vida sus papás ya lo sabían. A los dos meses tenía audífonos y al año contaba ya con implantes bilaterales. Es decir, “siempre” ha escuchado. Y sin embargo… 

También siempre hay espacio para la sorpresa. El mes pasado fueron por primera vez con sus padres a un estadio de fútbol, se enfrentaban Argentina y Uruguay, por la eliminatoria. 

Iban preparados para abandonar el estadio si el ruido hubiera sido insoportable, pero bastó con bajarle la mitad del volumen a sus procesadores de sonido. “Se escuchaba más, era a los argentinos gritando”, recuerda ahora. Los identificó porque gritaban más fuerte. 

No tiene aún un sonido favorito, pero sí algunos que le molestan: como la discusión de todas las mañanas de su mamá con Mora y Sol, los perros de su casa. Y disfruta el sonido de las olas del mar calmo. Prefiere la música en inglés. Habla español, inglés, portugués y sabe lenguaje de señas. Y canta lo mismo a Christina Aguilera que a Imagine Dragons. Y, vaya cosa, no le gustan los sonidos de los pájaros. 

Mateo, los viajes en lancha y el viento

Mateo también recibió su implante bilateral cuando apenas sumaba un año. Hoy tiene 15. Para él, escuchar ha sido tan natural como para cualquier normoyente. Pero claro que tiene sonidos favoritos, también. El del viento. “De niño viajábamos en lancha con mi abuelo y recuerdo ese sonido y me gusta. Y el de la lluvia, también, porque da tranquilidad”. 

Su madre, también implantada, menciona otros que, siendo niño, lo sorprendían o calmaban: el canto de los pájaros y la voz de su hermano gemelo. 

Le gusta escuchar todo el tiempo, le gustan los sonidos en general, incluso hasta cuando duerme, por eso se deja por lo menos uno de los dos procesadores en las noches. No hay un sonido que extrañe en particular, pero si le tocara escoger uno que de verdad echara en falta, sería el de las voces de las personas que lo rodean.

Facu está listo para viajar oyendo rock

Facu llegó a la entrevista con la tarea hecha. Había anotado en un papel los sonidos que le gustan y los que no. Entre los que no, están la bocina, los taladros, las máquinas agujereadoras… Entre los que sí: las canciones de Ciro y los Persas, de Queen y de Los Divididos, la lluvia y los truenos. 

Facu tiene 8 años, vive en Ramos Mejía, en Buenos Aires. Le gusta la educación física, las matemáticas, la compu… Le gusta imitar los sonidos de los pájaros, a veces toca la guitarra o lo intenta. Le gusta jugar con bloques de Lego. Y se prepara para un viaje en un motorhome por Argentina. 

Le gusta el sonido de las olas del mar, aunque recuerda haberse metido al mar con el procesador puesto. ¿No suena muy duro el motor del carro? Puede que sí, pero Facu ya está acostumbrado a ese sonido.

Fidel, el que sabe narrar los goles de Maradona

A Fidel le gusta el fútbol. Es más, le gustan las narraciones de los relatores de fútbol. Se ha aprendido de memoria jugadas y goles. Y hay dos anotaciones que le gustan en particular, las dos son del mismo partido que ocurrió muchos años antes de que Fidel naciera: Argentina vs. Inglaterra del Mundial de México 86.

Fidel nació con una hipoacusia profunda bilateral, por una causa genética. Recibió sus implantes a los dos años. Es, entonces, uno de esos niños que han ido conociendo los sonidos como cualquier normoyente: a medida que aparecen en su vida. 

Pero igual, tiene una lista de sonidos favoritos: “El agua, en la ducha, en el baño, la de la lluvia; la voz de mi mamá; el de las caracolas, porque te relajás. El sonido de la música en los parlantes, los maullidos de mi gato Genaro, porque son tiernos y el de la pelota cuando pica, porque soy muy fanático del fútbol”.

Y porque es fanático del fútbol es que se sabe esos goles de Maradona, que le gusta relatar. 

Tenga en cuenta

Pida consejo a su profesional de la salud acerca de los tratamientos para la hipoacusia. Los resultados pueden variar, y el profesional de la salud le indicará qué factores pueden afectar a sus resultados. Lea siempre las instrucciones de uso. No todos los productos están disponibles en todos los países. Si desea obtener información sobre los productos, póngase en contacto con el representante local de Cochlear.

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